La naranja mecánica

01.04.2019

Por: ALEJANDRA TIZA LAMA (15 años) 4to. de Secundaria. Innova Schools - Sede Comas Condorcanqui

"Las naranjas mecánicas no existen, excepto en el habla de los viejos londinenses (...) Yo la uso para referirme a la aplicación de una moralidad mecánica a un organismo vivo que rebosa de jugo y dulzura"

Anthony Burgess (Noviembre 1986)

"La naranja mecánica" es una novela de ciencia ficción escrita por el lingüista, novelista y compositor Anthony Burgess en 1962, la cual nos narra la historia del nadsat (adolescente) de 15 años Alex DeLarge y sus tres drugos (amigos) Pete, Georgie y Lerdo, dentro de un futuro distópico, donde la tecnología no se encuentra al servicio del bienestar social; las ciudades, con muchas zonas derruidas,

están sumergidas en la delincuencia juvenil, donde la ultraviolencia es el pan de cada día.

La novela es narrada desde la sincera y sarcástica perspectiva de Alex DeLarge o como él mismo se autodenomina "vuestro humilde narrador". Alex es el líder de una pandilla, siempre vestido a la última moda, ferviente practicante del viejo unodós - unodós (sexo) y curiosamente sofisticado melómano por naturaleza. Presenta los principales atributos humanos: amor a la belleza, amor al arte, amor al lenguaje y sobre todo, amor a la agresión. En él encontramos una exquisita mezcla entre un joven amante de la música clásica y un consumado sociópata que viola, roba y asesina. Pero, lo que realmente define al personaje, a lo largo de la historia, es la necesidad de elegir entre el bien y el mal; él, a diferencia de la mayoría de villanos, no tiene una razón para cometer sus fechorías, lo hace por pura diversión, entretenimiento y placer. Nuestro querido Alex es la personificación extrema del libre albedrío, puede elegir entre la virtud y la decadencia sin preocuparse por las consecuencias.

"La naranja mecánica" plantea un constante debate entre las reglas y la libertad, mientras algunos creen que un sistema rígido o autoritario podría permitirnos llevar una vida "segura" y sin dilemas, otros consideran que esto limita seriamente lo que podemos hacer cada día. La libertad nos permite actuar según nuestros valores, criterio y voluntad (sea considerado correcto o no), si tomamos este camino tendremos constantes conflictos, sin embargo, tendremos las riendas de nuestras vidas.

Alex y sus drugos estaban acostumbrados a pasar las noches robando tiendas, golpeando personas de manera aleatoria sin motivo aparente o simplemente bebiendo en el bar lácteo Korova[1]. Con el pasar del tiempo y luego de unas cuantas discusiones en el grupo, Pete, Georgie y Lerdo empiezan a cuestionar la autoridad de Alex pero él no le presta mayor importancia. Una noche, como cualquier otra, deciden irrumpir en la casa de una ptitsa (muchacha) adinerada, robar unas cuantas vesches (cosas) starrias (viejas) y valiosas. Y por qué no, divertirse un poco con ella. Desafortunadamente, nuestro pobre Alex se ve envuelto en una situación bastante fea, oh! hermanos míos, sus supuestos drugos traicionaron al líder golpeándolo hasta la inconsciencia dejándolo en la escena del crimen. Las cosas se habían salido de control, la vieja dueña de la casa había llamado a la policía antes de ser asesinada; Alex no tuvo escapatoria, con la nariz rota y varios golpes en el cuerpo, es arrestado a la corta edad de 15 años.

Dos años después, nuestro buen amigo Alex pasaba sus días ayudando al chaplino (sacerdote) de la prisión, pues considera a la Biblia un texto interesante y estimulante, como si fuese un recuerdo de su vieja vida. Mientras escuchaba la música sagrada de J. S. Bach: "(...) leía historias de esos starrios yayudos (judíos) que se tolchocaban (golpeaban) unos a otros, luego piteaban (bebían) el vino hebreo y se metían en la cama con esposas que eran casi doncellas, todo realmente joroschó (bueno)". Sin embargo, Alex pretendía salir de allí lo antes posible y al enterarse de que el Ministerio del Interior buscaba un conejillo de indias para el nuevo método Ludovico, nuestro querido drugo no lo pensó dos veces y se ofreció como voluntario para poder reducir su condena.

El método era sencillo. Al paciente se le inyectaba una droga que causaba malestar, dolor de cabeza y nauseas, para luego obligarlo a videar (ver) una serie de películas ultraviolentas que mostraban asesinatos, violaciones y genocidios reales provocando que el individuo se sienta muy enfermo e incómodo. Además, para que el paciente no se perdiese el film, se le colocaba un par de pinzas en los párpados. Pero ¿cuál era el propósito? Simple; hacer que la persona sea incapaz de tolerar cualquier acto violento, propio o ajeno, llegando al extremo de no poder defenderse o pensar siquiera en cometerlo. Este método ficticio pone en práctica lo que hoy conocemos como condicionamiento clásico, una de las bases de la ciencia del comportamiento planteada por el fisiólogo y psicólogo ruso Pavlov.

En sus investigaciones iniciales, Pavlov se percató que tras poner comida frente a un perro este salivaba; por lo que cada vez que alimentaba al animal hacía sonar una campana de modo que el perro asociaba el sonido de la campana con la comida y reaccionaba. Así, el can estaba respondiendo a un estímulo y cada vez que sonaba la campana salivaba independientemente de que hubiese comida o no.

Burgess nos presenta claramente su oposición a la idea de que un poder manipule a su antojo la naturaleza humana. Si bien podríamos pensar que esto sería propio de un gobierno totalitarista, a lo largo de la novela no se describe una aparente dictadura. Esta sociedad distópica es controlada de otras maneras; los adultos, por ejemplo, pasan la mayor parte del día frente a la televisión consumiendo programas basuras cayendo en completa ignorancia e indiferencia de lo que hacen sus hijos durante las noches.

El aclamado director Stanley Kubrick fue el encargado de llevar a la pantalla grande (1971) la obra de Burgess. Kubrick, realizó algunas comprensibles modificaciones, por ejemplo, eligió un elenco de mayor edad que los adolescentes descritos en la novela para evitar una obvia censura. Sin embargo, la decisión de no incluir el capítulo número veintiuno, el último, fue bastante controversial, pues así se alejó de la intensión del autor.

 Stanley Kubrick y Malcolm McDowell durante la filmación.
Stanley Kubrick y Malcolm McDowell durante la filmación.

Esta película de culto culmina con una escena de crudo sarcasmo. Alex llega a un acuerdo con las autoridades y recupera la capacidad de tolerar, ejercer y disfrutar la ultraviolencia. Nuestro drugo se despide proyectando una delirante mirada que apuñala al espectador.

Anthony Burgess jamás pretendió presentar una visión sarcástica de la violencia y la hipocresía. Su novela condena todas aquellas fuerzas que intentan doblegar la voluntad humana, defendiendo la idea de que construir una sociedad libre de toda forma de violencia carece de sentido si ello implica echar por tierra la libre elección. Porque la bondad inducida o forzada, no tiene valor ético. Para el autor, forzar la conducta "correcta" es una de las peores formas de violencia.

La versión literaria de "La naranja mecánica", no renuncia al recurso del final abierto, pero nos otorga mayores pistas sobre el destino de nuestro Alex; quien no parece demasiado mortificado por sus crímenes porque los considera parte de una etapa, ya superada, de su crecimiento. Asume que con 18 años es demasiado viejo para disfrutar de los tolchocos (golpes) y la britba (navaja). Sorprendentemente sueña con formar una familia; con una mujer y un hijo, sin descartar que éste pueda reproducir sus tropelías adolescentes como resultado de la libre elección.

Ilustración: Mauricio Huiza Villanueva (15 años)
Ilustración: Mauricio Huiza Villanueva (15 años)

Burgess no recurre a la violencia con un afán provocador, la repudia y nos induce a renegar de ella presentándonos escenas incómodas y a veces asfixiantes, pero aun así coloca a la manipulación de la voluntad, algo bastante frecuente en la vida real, como un remedio mucho peor que la enfermedad.


[1] BAR LÁCTEO KOROVA. Bar donde se servían cocteles preparados con leche y sustancias psicotrópicas ficticias como velocet, synthemesco y drencrom.

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